Si planea visitar Qatar, olvídese de compartir una cerveza con amigos antes de entrar al estadio. Y una vez dentro, aún menos. El país anfitrión de la Copa Mundial de fútbol había flexibilizado su política anti-alcohol, pero ha decidido revertirla parcialmente a poco más de 48 horas del inicio del torneo.
No se permitirá la venta de cerveza (que era la única bebida alcohólica prevista) ni en los estadios ni en sus alrededores. Solo aquellos que acudan al FIFA Fan Festival, a áreas no especificadas para aficionados y a establecimientos con licencia especial permanente, en su mayoría lujosos hoteles, podrán disfrutar de esta bebida occidental.
La FIFA y las autoridades locales llegaron a este acuerdo el viernes después de extensas discusiones conjuntas, según informaron los organizadores. Pero aquí hay un tercer actor clave: Budweiser.
Esta cervecera estadounidense, de origen checo, es patrocinadora de la FIFA y tiene un contrato publicitario millonario con la organización. A cambio, por supuesto, exige un espacio privilegiado para vender sus productos en exclusiva.
EXCEPCIONES
Esta es una práctica común en el mundo deportivo. Como ejemplo, hace unos años, las finales europeas de clubes de rugby se llevaron a cabo en Bilbao. La ley vasca prohibía la venta de alcohol en los estadios, pero se creó una excepción legal para permitirla. Se vendió Heineken en San Mamés, por ejemplo.
Algo similar, aunque con las notables diferencias entre el sistema español y el qatarí, iba a ocurrir en el Mundial hasta este cambio de último momento en el país anfitrión.
¿Cuál es la opinión de Budweiser sobre todo esto? La FIFA agradece su «comprensión» y su «apoyo continuo», sea lo que sea que eso signifique. Y, por supuesto, asegura que los productos con un contenido de alcohol del 0,0% seguirán siendo de consumo libre. Un consuelo, aunque algo amargo.